jueves, 8 de marzo de 2012



Investigadores del Instituto Wyss de Ingeniería Bioinspirada de la Universidad de Harvard (EE UU) han desarrollado un nuevo material que imita la fuerza, dureza y versatilidad de la cutícula de los insectos. Lo han bautizado como Shrlik y, además de ser biodegradable y biocompatible, tiene un bajo coste. Los científicos auguran que podría reemplazar a los plásticos en muchos productos de consumo y ser utilizado en aplicaciones médicas. 

La cutícula natural de los insectos, como la que forma el 
exoesqueleto rígido de un saltamontes, es ligera y delgada, y está destinada a proteger al animal de agresiones externas sin añadir peso ni volumen, para que el vuelo y otras actividades no se vean perjudicadas. Además puede ser rígida en algunas zonas del cuerpo, como el abdomen y el tórax, y elástica en las articulaciones. 

En cuanto a su composición, la cutícula de los insectos es un material compuesto formado por capas de quitina, un polímero polisacárido y proteínas organizadas en una estructura laminar parecida a la madera. Recreando esta estructura en el laboratorio, Javier G. Fernandez y sus colegas han creado una fina película similar en fuerza y dureza a una aleación de aluminio pero con la mitad de peso. Además de ser 
biodegradable, es fácil de moldear, por ejemplo para formar tubos. Según sugieren los investigadores en el último número de la revista  Advanced Materials, podría usarse en un futuro no muy lejano para fabricar bolsas, pañales y envoltorios.

Los más resistentes chalecos antibalas pueden ser hechos de telaraña, la cual ostenta una resistencia y elasticidad especiales, afirmaron científicos estadounidenses citados por la prensa internacional.

Según los científicos de la universidad de California, quienes dedicaron varios años al estudio de las propiedades de la telaraña, consideran que las arañas producen un material sedoso bastante resistente; y que los cables que se harían de este material serían de mejor calidad que los cables tradicionales, hechos de metal.

Más del 50 por ciento de la composición de la telaraña consta de proteínas y se arranca al ser estirada en un 200-400%. A menudo las arañas utilizan de nuevo la telaraña, para lo cual se comen los hilos dañados por las lluvias, el viento o los insectos, digiriéndolos con unos fermentos especiales. 

Cada araña es capaz de producir cinco tipos de telarañas (siete, según los científicos rusos). Sin embargo, EEUU hasta el día de hoy no ha logrado industrializar su producción.
                                                                                                  
Alejandro Carrasquer
1ºB-C

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